domingo, enero 16, 2005

SUEÑOS

Las últimas noches, aunque siempre tengo algún sueño de carácter fantasioso y aventuresco tipo soy una bruja blanca y me persiguen un grupo de hechiceras de magia negra, o una nueva especie de dinosaurios hace aparición y toca huir y tratar de eliminarlos, mientras las inmediaciones del lugar son asaltadas por una invasión de un país enemigo (esa ha sido esta noche), mis sueños, recurrentemente, le traen a él.

Son sueños muy sencillos y parecidos. Los últimos acontecimientos no han tenido lugar y estamos como estábamos este verano cuando él aún vivía en Valinor. Supongo que, cuando me dispararon, mi reloj se paró allí y todo lo acontecido desde entonces es como un mal sueño. Así que, en esta vigilia, vivo una pesadilla de soledad y estoy esperando despertarme de ella. No consigo salir de ese estado. Mi corazón se ha quedado ahí parado.

En el libro que me estoy leyendo, Here be Dragons, la protagonista le comenta a su hermano, tras una bronca con su marido, que está cabreadísima y ofendidísima, que le odia y que duda que le pueda perdonar, pero que sabe que, si en ese momento él pasase por la puerta, se abrazaría a su cuello y sería la persona más feliz del mundo. Eso es lo que siento. Ni siquiera consigo estar verdaderamente enfadada, supongo que ese ese es mi pecado, mi vergüenza o, sencillamente, mi punto débil.

Mi madre dice que soy demasiado autocrítica y que la mayoría de la gente no se plantea dos veces sus porques para actuar como actúa, ni si para conseguir lo que quiere ha tenido que pisotear a otros. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya abusado alguna vez de otros. Tengo la impresión de que nuestro mecanismo de supervivencia se vale de algún tipo de resorte para que, cuando uno se siente en "peligro" o en "necesidad", todo sea mentalmente justificable. El refranero popular está lleno de pruebas de esto que digo.

Pero, volviendo a los sueños. Hace años, cuando se me rompió el corazón por Carlos (¿me lo rompí yo, me lo rompió él?), pasé por uan fase de sueños continuos con él, y me parecía una tortura constante. Y, de repente, dejé de soñar con él, y me entró un pánico y una desesperación tremendas, porque me di cuenta de que ya me era negada su presencia incluso en sueños. Mis sentimientos, ahora, no son tan intensos o, debería decir, descontrolados. Los años, creo, me han dado cierta capacidad de "escaqueo" de mis propias emociones, lo cual permite que hable sin llorar y que haga otras cosas sin demasiado problema.

Sí, decididamente, los años se traducen en autocontrol. No todo van a ser arrugas, canas y carnes fofas.

Zirbêth.

Pd/Por cierto, ¿qué tal le irá a Carlos?