miércoles, enero 19, 2005

19 DÍAS

Ya hace más de medio mes que volví a España. Me sigo sintiendo un tanto desubicada, aunque mejorando cada día. Entre las cosas que extraño está la leche de vaca de allí, porque aquí, cada vez que abro la botella, me invade la nariz un tufo a grasa de cerdo insoportable. No sé que nos venden por leche, pero ésto no lo es. Y lo de allí, sí: huele y sabe a leche, como la que tomaba de pequeña, que comprábamos a diario al lechero y luego hervíamos, y mi madre hacía mantequilla con la nata. Lo de aquí es agua ensuciada.

De las cosas a las que me había desacostumbrado y me resultan entre curiosas y extrañas, es el modo de mirarnos. En Inglaterra la gente no se mira tanto, con tan poca discreción, ni tan fíjamente. Hoy iba por la calle y el metro bastante cargada (y una carga un tanto peculiar), y la gente no me quitaba ojo de encima. Y las miradas de los hombres... Son tremendos, de todas las edades, que a veces se acoplan a tu paso o te dejan pasar descaradamente para poder mirarte mejor y a su antojo. Por no hablar de los que acompañan la mirada que desnuda con la palabra que avergüenza y cabrea, a veces. Tienen que quedar de los que te dicen piropos bonitos, pero aún no me he topado con ninguno.

Me resulta curioso que mi percepción de las temperaturas también está cambiada, como creo que ya he comentado. Todos con abrigo por la calle, y yo en manga corta y sudando y coloradita. Si no fuera por mi edad (real y aparente), la gente podría pensar que estoy menopáusica perdida.

Diecinueve días de cambios, de adaptación, de reencuentros y redescubrimientos, de pérdidas, de despedidas. Diecinueve días de introspección en la piel de toro, de olvido de mí misma, todo a un tiempo. De contar en el blog las cosas que me pasan (menos días) como si fuese una niña demandando reconocimiento de sus mayores (soy muy consciente [una expresión de constante presencia en mis labios y teclas]). A lo mejor, días de concienciación y constatación. De lucha pírrica contra lo inevitable e imposibilidad para hacerme comprender. De incoherencias, a veces, también.

En fin, supongo que estos días serán de esos que permanecerán marcados a fuego en mi memoria, de esos que reconoceré con el tiempo como principio y fin de una fase de mi vida. A ver si traen algo bueno, que necesito...

Zirbêth, a saber cuantas noches.