DEBÍ SOSPECHARLO
No debí meter mis libros en maletas. Ni tampoco llevar mis calcetines a España. Los estantes y cajones vacíos me producen cierta sensación incómoda y, claro, vuelvo a tener montones de calcetines y, al menos, diez nuevos libros que llevarme a España en mi último viaje. Eso sí, o lo que es peor, algunos libros nuevos me los he traido de España. Si es que soy lo peor. Aunque sólo sea por tener una lugar para mis libros, debería comprarme un piso o una casa, de aquí a unos años, porque debo de rondar los setecientos libros ya y empiezo a tener serios problemas de espacio. Y eso que algunos los tiene mi madre en su casa...
Lo de los calcetines, en fin. Los puedo usar para rellenar cojines o para, como pensé el otro día, hacerme una capa de calcetines. Algún día. Seguro que algún diseñador lo encuentra de lo más fashion. Total, ya se hizo antes con guantes. Podría decorar la pared de mi dormitorio. Seguro que insonorizan y hacen la habitación más calentita. O me podría hacer una alfonbra de calcetines. O hacer muñecos y venderlos en el rastro.
Voy a tomarme la medicación.
Zirbêth.
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