jueves, junio 24, 2004

ESCRIBIR

Hace unos meses, en pleno mariposeo en el estómago por la cercanía de la última Estelcon (por cierto, ¿alguien sabe para cuando es la próxima?), hablaba con Bruka sobre mi frustración por no ser capaz de escribir nada ambientado en la Tierra Media. Y justo unos días más tarde, leyendo los Cuentos Inconclusos, la inspiración hizo acto de presencia y me regaló un hermoso cuento. Me senté inmediatamente a escribir.

No os hacéis una idea de la excitación que sentí, la alegría. En cuanto Bruka volvió aquella noche, se lo conté, resumido, sí, pero creo que lleno de la magia que emanaba en mi imaginación. Tal era mi alegría, que a la mañana siguiente se lo conté a un compañero de trabajo español que, pobrecito él, ni usa leer ni mucho menos entiende de Ilúvatar y su progenie. Más tarde, ese mismo día, se lo conté a una amiga y, unos días después, ya eran aproximadamente diez las personas que sabían de él.

No debí haberlo hecho. Ahora, el cuento ha perdido su fuerza en mi imaginación. No debí contárselo a nadie hasta poder leérselo en vez de relatárselo. Cada día se aprende algo.

De todas formas, sigue ahí, y algún día retomaré la última frase que dejé a medias y os lo leeré a todos en una reunión.

Seré mendruga.

Zirbêth.