lunes, septiembre 26, 2005

ASUNTOS DE FAMILIA

Fue hace muchos años. Tantos, que ya no recuerdo exactamente lo que pasó. En realidad casi nunca pienso en ello. Pero hace unos días volvió a mi cabeza en alas de una mentira y una boda. Lo que son las cosas.

A veces, lo sé, parece que soy demasiado estricta, demasiado taxativa y rígida. En este sentido que os voy a contar, sólo lo he sido en dos ocasiones. Una con un miembro de mi familia y otro con ese ex que tantos posts ha inspirado. La decisión de sacarles completamente de mi vida y no volver a tener relación con ellos, salvo en situaciones en que sea inevitable. Ambos comparten motivos: siendo personas a las que he querido muchísimo, han traicionado completamente mi confianza, aunque debo decir que, de los dos, mi prima Ana fue la peor. Lo de que vaya a contarlo se debe a que hace unos pocos días he descubierto que va dando una versión de los hechos de lo más imaginativa. De este modo, rompo el silencio que hasta este momento me había impuesto: ya está bien de que el que calle se tome como que otorgo.

Poneros en antecedentes en condiciones me llevaría demasiado tiempo. Sólo os diré que, por aquel entonces, mi madre mi hermana y yo vivíamos en casa de mi abuela, con ella y con la hermana pequeña de mi madre. La situación era muy tensa, gracias al buen hacer de mi abuela en el arte del divide y vencerás. Siempre ha sido muy manipuladora, pero desde que mi abuelo murió, ya no ha habido quien la controlase o, al menos, lo compensase. Así que, lo que empezó siendo un irnos a vivir con la abuela para ahorrar en alquiler y ayudarla y que no estuviese sola, se fue convirtiendo, progresivamente, en un infierno provocado por su increible habilidad para crear tensiones, mentir a unos sobre otros y demás técnicas para evitar que nadie la controle y conseguir salirse con la suya: lo dicho, divide y vencerás. La cosa llegó a límites insoportables cuando mi tía se vino a vivir con nosotras. Si os contara las cosas que llegó a hacernos a unas y otras de manera que pareciese que había sido cualquiera de las nosotras menos ella, no me creeríais. Un ejemplo: mi tía tenía una ropa en remojo en un lavabo y cuando fue a enjuagarla, descubrió que había caca de (previsiblemente) gato en ella. Montó en cólera y fue directamente a por mi madre... Por supuesto, había sido mi abuela. Mi madre ni siquiera había estado en casa ese día hasta prácticamente diez minutos antes. Como esa, le pillé a mi abuela muchas más. Nunca me hizo nada a mí: es lista y sabe que yo jamás me callo y la trato como a cualquier persona más, no con ese reverente respeto a su ancianidad que sus hijos y el resto de mis primos si le tienen. Siempre le he hablado con claridad cristalina y no le paso una.

Si en la familia hay alguien que se parezca a mi abuela, esa es, sin duda alguna, mi prima Ana. Tiene tres años menos que yo y, surante la infancia, no me caía bien, aunque debo decir que en buena parte era a causa de su padre. La mimaba muchísimo, y ella sabía bien que llorar era el modo de conseguir lo que quisiese. Su padre, delante de nosotros, le daba todos los caprichos. No sé si sería igual a solas. Al cabo de los años, en la dolescencia, la cosa cambió. Nos hicmos amigas y, durante años, compartimos todos los secretos. Hasta que, un buen día, me cansé.

Seguía siendo una niña consentida, y yo estaba a punto de romperme por el estrés de los años de la separación y la convivencia en casa de mi abuela. En aquellas fechas, mi madre estaba preparándose oposiciones, muy nerviosa, luchando contra viento y marea por hacerse con un puesto mejor pese a que aquella casa era el lugar menos indicado para estudiar que podáis imaginar. Por mi parte, estaba más perdida que un pulpo en un garaje. Entre otras cosas, había conocido a un chico que me caía genial pero no me gustaba, y estaba tratando de hacérselo entender de manera suave (ya entonces apuntaba maneras de Dama de Honor).

Yo vivía en Granada, y mi prima se vino un fin de semana antes del examen de oposiciones de mi madre. La casa, como siempre, era un campo de batalla. No avisó o, al menos, no pidió permiso. Cuando llegó, se hizo dueña de mi tiempo. Me faltó determinación, porque mi madre me necesitaba ese finde y yo cedí a los deseos de mi prima. Lo primero que sucedió es que, tras contarle lo del amigo ese, le propuso por teléfono que se viniese a la playa con nosotras. Yo no tenía dinero, le había dicho que no podía permitírmelo, pero si él venía, teníamos coche, así que, aprovechando que yo le llamé para desearle suerte en su último examen de carrera, se lo propuso. Él, claro, aceptó: estaba buscando su oportunidad, la oportunidad que yo no le daba.

Fuímos a la playa y ella no puso un duro para gasolina. onía la casa. Mi amigo me pagó la comida porque, si non recuerdo mal, creo que yo llevaba unas mil pesetas o menos. Al llegar la noche, se empeñó en salir de marcha. La zona estaba casi vacía y poco había que hacer. Bebió mucho, mientras mi amigo y yo hablábamos y yo trataba de llevar la situación lo mejor posible. A las seis de la mañana, por fin, nos fuímos a dormir. Pese a que yo le había dicho que no quería nada con mi amigo, ella me preguntó delante de mi amigo si me iba a acostar con él...

Me sentó mal, pero no me enfadé. Yo, antes, era suave y no me enfadaba nunca. Bueno, y no tan antes. Con la gente a la que quiero, me cuesta horrores enfadarme y tomarle en cuenta las cosas que hacen mal. Siempre les disculpo, de un modo u otro. Al día siguiente, volvimos a casa de mi abuela. Fue un viaje bastante tenso, como podréis imaginar. Esa noche, mi madre nos llevó a por una peli al videoclub, pero puso la condición de que fuese para todos los públicos. Mi prima escogió una para mayores, de manera que los hijos de mi tía, que eran peques, no pudieron verla, como tampoco mi hermana. Y, encima, se quedó dormida y no la vió. Mi madre me regañó a mí, claro está.

En casa, el dinero brillaba por su ausencia. Por la mañana, me fui a hacer compra con dinero de mi madre y dinero de mi abuela. O, debería decir, con dinero que mi prima le había dejado a mi abuela. Era tarde y nos cerraban la tienda: no daba tiempo a ir a sacar dinero, pues el banco estaba en el pueblo de al lado. Mi prima se quedó en casa, yo me fui a hacer la compra. Cuando volví, mi madre estaba llorando en la puerta de casa. Todo había estallado. Nunca sabré con certeza que fue el detonante, porque allí todos gritaban. Algo había pasado, y Ana, mi prima, había acusado a mi madre de tratar mal a la abuela y de ser la culpable de que hubiese tan mal ambiente. Ana, evidentemente, no tenía ni idea de lo que allí se cocía. Mi abuela aprovechó mi ausencia para liarla, estoy convencida. Demasiado silenciosa estuvo después, y corroboró la mentira que, más tarde, mi prima extendió y por la que, en buena parte, soy persona non grata para muchos en mi familia.

Mi madre me contó eso, que Ana le había gritado acusándola de tratar mal a la abuela y estar volviendo loca a mi tía y tal y cual. Yo, prudente, traté de calmar a mi madre y me fui a hablar con mi prima, a preguntarle su versión. Estaba en mi habitación. Quise escucharla, porque pensé que, a lo mejor, con los nervios por el examen, podía haber malinterpretado lo que fuese que mi prima le había dicho. Pero, al entrar en mi cuarto y preguntarle, me repitió exactamente lo mismo que mi madre me había dicho. Insultó a mi madre, la acusó de actos que, estoy segura, eran cosa de mi abuela. Lleva muchos años mintiendo a los hermanos, a unos sobre otros, para que nadie sepa realmente lo que está pasando. Mi madre y yo lo descubrimos hace mucho, y mi madre ha sufrido mucho al ver quién es su madre, aunque ya lo ha superado casi del todo. Sé que algunos lo están descubriendo ahora e imagino por lo que deben estar pasando.

Cuando mi prima me repitió las mismas acusaciones que yo había querido tomar de boca de mi madre como exageraciones por los nervios. toqué fondo. Reventé. Ya no podía más, me había cansado de manipulaciones, de mentiras y de que atacasen una y otra vez a mi madre. Ya me habían puesto otra vez contra la espada y la pared cuando la separación. La elección fue, o mi madre, o toda la que, hasta entonces, había sido mi familia paterna. Mi elección, en ambos casos, fue la misma: mi madre. Una de las mejores personas que jamás he conocido, y no es pasión de hija, lo prometo. Es idealista, responsable, honrada, dulce, inteligente, con voluntad de hierro... Me faltan las palabras. Y ha sufrido demasiado, demasiadas personas la han tratado mal, empezando por su madre y acabando por su propia hija, mi hermana. Aunque no siempre se lo demuestre y le de disgustos de vez en cuando, es la persona más importante del mundo para mí. Así que reventé.

Pero, pese a que reventé, lo hice con relativa suavidad. La mandé callar y le dije que se fuese de mi habitación. Ella me respondio que aquella casa era tan suya como mía, porque era de nuestra abuela y que no se iba. Mi respuesta fue sencilla: "Es cierto, pero ahora mismo esta es mi habitación y quiero que salgas de ella".

No volví a hablar con ella en años. Años en que me he dedicado a mi vida sin preocuparme demasiado de aquello. Pero, hace unas semanas, ha enviado las invitaciones de su boda a toda la familia excepto, claro está, a mi madre, a mí y a los demás proscritos familiares. Mi primo Saruman ha sido invitado con el resto de su familia, pero ha dicho que le parece una desfachatez que no me hayan invitado a mí y que no va. Sus padres, para quien yo soy mala influencia y anatema, me temo, le han dicho que tiene que ir porque lo contrario sería poco diplomático. Para Sarman, los poco diplomáticos son ellos, a lo que sus padres han respondido diciendo que es normal que no me inviten, que yo no soy de fiar, porque una vez eché a mi prima de la casa de mi abuela...

¡¡¡Perdón!!! Yo no eché a nadie de la casa de mi abuela. Simplemente, me harté y le dije que se fuese de mi cuarto. Pero, al parecer, ella se fue a casa de otro de mis tíos, que vive cerca de mi abuela, y les dijo que yo la había echado.

Mi prima, a lo largo de los años, se las ha apañado para aparentar ser quien no era, dar una cara a unos y otra a otros, y ganarse a los más manipulables de la familia. Yo, fui declarada persona non grata desde entonces. Al cabo de los años, en una reunión familiar, empecé a hablarle de nuevo, pero sólo por cortesía. Admito que incluso pensé en volver a tener contacto con ella. Ahora, visto lo visto, me alegro de que se me pasaran las ganas.

Odyseo hablaba en uno de sus últimos post sobre cómo a veces no mostramos lo que sentimos o no sentimos lo que mostramos, sobre la valentía de admitir incluso los malos sentimientos y no mentir sobre ellos. Procuro no mentir sobre mis sentimientos, aunque a veces escondo los más violentos o, por lo menos, trato de evitar sus malos efectos. Sentimientos intensos pueden llevar a acciones impulsivas que luego lamentamos. En el caso de mi prima, creo que no fue el caso. Debió dolerle que no la "eligiese" a ella, y se ha vengado. Espero que disfrute de su pírrica victoria. Tal vez, vaya a su boda. Jamás hubiese ido si me hubiese invitado, pero ahora me siento tentada a ir...

De todo esto, de todas formas, hay que "reconocerle el mérito" a la escuela de manipulación de la que mi abuela es fundadora en esta familia. Si mi abuelo levantase la cabeza...

Zirbêth, harta de infamias.

1 Comments:

Blogger Laudanum said...

Leí tu blog, pensé en mi abuela -de la que nunca hablo- de su distancia con mis padres desde hace varios años.
Pensé en mi familia manipuladora, en mis primas hipócritas y en ese desarraigo que llevo en las entrañas desde pequeña.
No vayas a su boda, déjala que en su vida tenga un día que valga la pena, porque lo que se siembra, se cosecha.
Un beso a tu madre y otro fuerte a ti.

Blue.

3:22 a. m.  

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