miércoles, agosto 08, 2007

CONSTATANDO

Uno va al banco a constatar que no le han devuelto la fianza por el trastero. O va al médico a constatar que tiene un gripazo de padre y muy señor mío. También, va a Fnac a constatar que ya tienen el último de Potter, y mira su cuenta en el cajero para constatar que no tiene un duro. Vamos, que uno va a constatar hechos, más o menos agradables, con conocimiento de causa, premeditación y alevosía.

Pero cuando una va a la playa, lo que quiere es tomar el sol, bañarse, ver tíos buenos en bañador, bucear, tomar algo en el chiringuito... Uno no va con más ánimo que el de constatar que no hay medusas. Que hay guiris. Que queda arena libre donde pinchar la sombrilla. Sin embargo, lo que una acaba constantado, cientos de veces, hasta decir vasta, es lo GUARRA que es la gente*.

No me refiero ya a los fumadores que se dejan las colillas en la arena (que vienen muy bien a veces para quitarse las manchas de alquitrán), a los palos de polo (la madera es biodegradable, y de peques Saruman y yo nos hacíamos barcos, cabañas, etc., para los clics) o los montoncitos de cáscaras de pipas de la charla de por la tarde (también desecho natural). Ese tipo de restos pertenecen al pasado bucólico de la infancia, cuando sólo los sábados y los domingos la playa quedaba hecha un desastre como efecto de la visita de los domingueros.

Ya en la adolescencia, empecé a darme cuenta de que las hasta entonces limpias aguas, que sólo eventualmente transportaba alguna bolsa, se empezaban a llenar de una capa marron viscosa y pestosa, que nuestras madres miraban horrorizadas y nosotros nos esforzábamos por eludir buceando todo lo que nuestros pulmones daban de si. No tardé en descubrir que el fenómeno era otro de los "encantadores" efectos colaterales de la masiva construcción en la costa. Entre los modos de ahorrarse unas pelas y sacarle más beneficio al negocio, destacaba la de acortar la distancia de los emisarios de tal manera que resultaba facísilimo que las corrientes devolviesen a la costa la mierda que tan generosamente los humanos producimos y echamos al mar. No deja de haber cierta justicia poética en que acabemos bañándonos en nuestra propia inmundicia. Por supuesto, para el ciudadano de a pie, rectificar esto queda relativamente fuera de su alcance.

Dicha relatividad se debe, principalmente a dos causas:

A. Que la gente es demasiado perra para organizarse y aflojar la pasta que eso requeriría, y

B. Que esperar eso de la misma gente que se deja en la arena de la playa, las calles, el paseo marítimo y cada rincón de la ciudad desperdicios de comida, bebida, tabaco, pañales, compresas, condones, periódicos y hasta el más insignificante envoltorio de chicle que fácilmente podrían llevarse en el bolsillo y tirar en casa o una papelera, es, sencillamente, esperar demasiado.

GUAAAARROS, CEEERDOS. Me he encontrado de todo en la playa este año. En la playa, en la ciudad, en todas partes. Parece que, entre otras cosas, las vacaciones llevan a la gente a relajar (aún más) sus costumbres higiénicas. Total, como sólo van a estar unos pocos días, ¿qué más da? Latas, restos de bocadillos, sandías, bolsas de chucherías, el cubo roto del nene, el hilo de pescar roto, el colchón de playa pinchado, el bote de crema vacío, el pañal del bebé. Hasta cagadas claramente humanas allí, entre la barca y el paseo marítimo, que es también el sitio elegido para dejar desperdicios de todo tipo, incluyendo bolsas de basura a veinte metros de los contenedores, que, total, ya lo recogerá el servicio de limpieza. Me saca de quicio, especialmente, los que sacan a pasear al perro y dejan el ñordo del chucho en mitad del paseo; esos progenitores que, cuando el crío quiere ir al baño, le llevan dos metros más allá de la mesa del chiringuito (¡¡¡qué tiene wc!!!) y le enseña que eso de mear en mitad de la calle está perfectamente bien; las pandillas de niñatos que se dejan las litronas, las bolsas de pipas y demás porquería de la tarde noche en el poyete del paseo, ¡¡¡teniendo a apenas tres metros una papelera!!!

¡¡¡GENTUZA, SINVERGÜENZAS, CEEEERDOOOOOOOOOOS!!!

Y luego la gente se extraña que se implante una Educación para la ciudadanía. Esperemos que toque estos temas...

Zirbêth, que entre otras cosas detesta el calor porque las calles recalentadas apestan a vómitos y a meadas y cagadas de perro.

*Tampoco es que haga falta irse a la playa para eso.

1 Comments:

Blogger Aldebarán said...

Entonces NUNCA te asomes a nuestras playas más populosas en nuestras vacaciones. Te morirías.

Triste.

12:34 a. m.  

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