EFÍMERO
Estos días de viaje me asaltaban las ganas de contar aquí cosas constantemente, de lo cual se deduce que: estaba casi todo el tiempo sola y sin nadie a quien contárselo; que mucho de lo que cuento en el blog, en realidad, no son más que pensamientos sin trascendencia que, de ser expresados en otro contexto, no llegan aquí. Simplemente con que pasen las horas o días suficientes, hay cosas que ya no me parece interesante contar, me asalta la pereza o, peor aún, el sentido crítico o el del ridículo, y ya no escribo.
Eso explica los pocos drafts que he escrito, y que aún sigan ahí. O escribo lo que tengo en la cabeza o rara vez superan el paso del tiempo. Es contradictoria esta constatación con hechos como que, a veces, cuando lo que escribo son cuentos, pueden pasar semanas, meses, entre una sentada inspirada y la siguiente. Otras, en cambio, no es así. Otras, me siento y regurgito todo en unas horas de intenso tecleo.
Pero soy un desastre. La mayor parte de las cosas que escribo no pasan un filtro de corrección, con lo que, al cabo del tiempo, al releer me sonrojo por las faltas de ortografía, composición y gramática. Algún día, cuando sea grande y rica, contrataré a un corrector que me tire de las orejas. Pero la verdad es que necesito que pase cierto tiempo para ser capaz de corregir. Mientras la historia sigue dentro de mí me resulta muy difícil ver fallos más allá del contenido. Supongo que estoy inmersa en lo que sea que cuento y no veo más allá de lo que me hace sentir.
Sin embargo, con Un paseo por la playa, no es así. Es de esos cuentos que tarde en escribir mucho tiempo, o muy poco, según se mire. Escrito en tres sentadas de unas cuatro o cinco horas cada una, pero con seis meses o más entre cada ocasión. Cada parte la he corregido muchas veces, especialmente la primera. Es mi cuento más querido, por más que la gente suela leerlo y ver una imitación de cierta inefable película lacrimógena hollywoodiense. También hay quien dice que salta de manera confusa del pasado al presente como si eso fuese un problema, cuando era precisamente lo que quería lograr. Y quien asegura que en la última parte abuso de zambullidas y descripciones, aunque son intencionadas: es un niño quien lo vive, quien lo recuerda, quien retiene en cada imagen el hálito de lo que sintió y lo que aquello significó para él.
Aún así, ahora que hace más de un año que lo terminé, es muy posible que, si lo leyese, encontrase defectos y volviese a cambiar alguna cosa. Debería hacer lo mismo con todo lo que hay colgado por estas latitudes. Y abrir el draft del viaje a Valinor y contároslo de una vez. Antes de que carezca de importancia.
Zirbêth.
4 Comments:
Sí, te comprendo perfectamente, pero es justamente ese el meollo del asunto: cuando te relees, sueles encontrar tus escritos mejorables (no lo digo justo por tí, sino haciendo uso del genérico). ¡Y eso es lo bueno! Que una va mejorando todos los días... Lo malo, y esto me lo pregunto a mí misma, es cuándo puedes decir que algo está suficientemente bien, adecuado, terminado. (Esa debe ser la parte negativa).
También yo me releo y me digo ¡qué mema!, ¡vaya patochada!. Aunque, la parte ultra-negativa-total es sentirse como yo ahora: que no tengo nada que escribir, que nada me parece digno de contarse (y antes me explayaba que era un gusto/disgusto...)
Ánimo, sigue escribiendo, un fuerte abrazo, Magu.
Lo más importante es lo que tú reflexiones, lo que te hagas pensar, las vueltas que les des a las cosas y a las ideas.
La forma es tan importante como el fondo, pero Odyseo ya lo dijo, lo importante es la reflexión. La forma es algo que puede irse puliendo. El fondo sale de nosotras/os mismas/os y eso es lo más difícil de educar. Y en ese aspecto, vas bien enrumbada, a mi parecer.
No te agobies que todo se aprende el en camino, poniéndole empeño.
Creo que lo que esbribimos responde unas veces al impulso de un sentimiento o emoción y a veces a un mas o menos largo proceso de creación y reflexión. Para mi ámbos son válidos si bien es cierto que los que son hijos de un efímero estado de ánimo, cuando desaparece la emoción casi parecen sernos ajenos, no por ello son menos importantes, no tal vez como creación literaria, pero sí cómo magnifico elemento de comunicación en nuestras conversaciones con los demás y con nosotros mísmos. El alma necesita expresarse.
Publicar un comentario
<< Home