miércoles, febrero 02, 2005

TÓPICO Y EMPATÍA

En su quinta acepción, el Diccionario de la Real Academia Española nos dice que tópico es Lugar común que la retórica antígua convirtió en fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de que se sirvieron los escritores con frecuencia.

Bueno, pues voy a escribir, un poco, sobre un tópico del que mi madre me estuvo hablando el otro día en singular conversación de messenger. El tema central era HOMBRES.

Que hombres y mujeres somos diferentes es un hecho que ha dado pie a incontable número de tópicos. Lo que no acabo de tener claro es que hay de verdad en esos tópicos. ¿Sentimos de modo distinto? o, mejor dicho, ¿damos la misma prioridad a los sentimientos? Probablemente, esta diferencia tenga mucho que ver con lo que socialmente se nos adjudica en nuestros diferentes roles, y dentro de la gama de papeles femeninos y masculinos, el poner por encima de otros asuntos los sentimientos es algo que ha venido a ser característico de las mujeres.

Hace poco, en un alarde de lo que a mí parecer es pura incoherencia, un conocido dejó a su chica porque, como le despertaba sentimientos muy intensos y profundos y viven en diferentes ciudades, pues no era plan. Para ella, aquello carecía de sentido, porque cuando algo o alguien te importa, hay que luchar por ello. Para él, la cuestión era que esa distancia se convertía en inquietud y sufrimiento.

La línea que separa la prudencia de la cobardía es tan fina como la que separa valentía de insensatez. ¿Quién soy yo para juzgar?

La cuestión es que, al hilo de este acontecimiento, mi madre me dijo que, desde sus casi cincuenta años de experiencia, lo que podía decir es que las mujeres nos entregamos más y solemos tener más en consideración los sentimientos del otro, mientras que los hombres van más a su propia felicidad y satisfacción. Por tanto, según ella, hay que jugar a su juego, para no salir escaldadísima.

Y yo no puedo evitar pensar que eso es un error. Que nos quejamos cuando somos víctimas de ese comportamiento y acabamos cayendo en su juego y volviéndonos más varoniles. Eso llevaría, aplicado con rigor, a eliminar esa diferencia de roles, a homogeneizar el modo de relacionarnos, ¿no?

Bueno, pues creo que no me gusta nada esa opción. Me parece que por esa vía el amor se acabaría convirtiendo en un juego de mentiras y en una competición de poses y manipulaciones. Y ya es demasiado así para mi gusto, en demasiadas ocasiones.

Pero sigamos con lo que decía mi madre. Dado que los hombres son más fríos a la hora de tomar sus elecciones, y que eso les deja en una posición de control y poder sobre las mujeres, más dispuestas a sacrificar por amor, no hay nada que más tema un hombre que una mujer fría y calculadora. Porque, a fin de cuentas, puestos a emplear la inteligencia sin cortapisas emocionales, la mujer lo hace magistralmente. Mejor que los hombres en muchas ocasiones, me temo.

A mí, eso de ser frío y calculador, independientemente del sexo, me parece fatal, cuando se emplea con cierto tipo de fines. Demasiadas veces, eso de ser frío y calculador significa pasarse por el forro consideraciones éticas y emocionales y convertir a quienes te rodean en un mueble, deshumanizándole para poder así no tenerle en cuenta. Si no es una persona, no tengo porque aplicarle la consideración y respeto que pido y deseo para mí, así que puedo pisotearla como si fuese tierra estéril.

De entre los objetivos más poderosos que atraen a los humanos, creo que dos de los principales, si no los principales, son el poder y el placer (claro, que el poder es un modo muy elaborado de placer). Ser frío y calculador en las relaciones con las mujeres puede ser un modo de obtener placer. Pero si lo que se busca es cierta cota de poder, entonces el riesgo de que ciertos individuos se vuelvan fríos y calculadores aumenta vertiginosamente. Si el poder es un afrodisiaco, como dicen, cuanto más poder se ostente, más placer se sentirá, ¿no? Lo que pasa es que no puedo evitar alzar una ceja escéptica, pues como todo en esta vida, hay una educación en el placer y el poder, y esa educación determina que experiencias consideramos placenteras y deseables. Una buena educación emocional, una educación ética, es una amenaza para aquellos educados en el placer y el poder que se basa en estar por encima de sus congéneres.

No ser frío y calculador no implica ser un descontrolado y un débil (puede ser, pero no obligatoriamente). Significa ser mucho más reflexivo y empático, carácterísticas hasta cierto punto más relacionadas con el papel femenino, aunque en un principio hayan podido ser la evolución del rol impuesto de pasividad y obediencia al hombre.

Otra consecuencia, creo, de este comportamiento frío y calculador es que deja a unos hombres en clarísima desventaja respecto de otros. Juegan al juego, pero con peores cartas, y se convierten en instrumentos de los que, desde un principio, han contado con más poder. Así, encuentras a muchos hombres que, aunque consideran que un compromiso con una mujer es sinónimo de pérdida de libertad y sumisión, están alegremente dispuestos a irse a una guerra a ser carne de cañón, porque (digo yo, vamos) imagino que creen que de ese modo iran haciéndose meritorios de parcelas de poder. No entiendo nada, de verdad, porque para mí ir a una guerra es ir a que me maten matando, con lo cual pierdo lo más preciado que tengo, las dos cosas más preciadas, mi integridad (una cosa es la defensa propia, y otra entrar en los juegos de conquista) y posiblemente mi vida. Creo que, aunque matar fuese el único modo de evitar mi propia muerte, la sombra de ese acto me perseguiría por el resto de mi existencia.

Ser éticos puede convertirnos a ojos de personas sin principios en presas fáciles, pero creo firmemente que sin un comportamiento ético extendido, la raza humana sólo irá de mal en peor. Y para conseguir un comportamiento ético, lo primero que hay que hacer es ponernos en el lugar del otro (siendo ese otro cualquir persona de nuestro entorno o del mundo). Es decir, empatizar.

Zirbêth.

2 Comments:

Blogger Rhiwen said...

Tienes más razón que un santo

7:00 p. m.  
Blogger Liessel said...

Empatizar no es tan sencillo. Se trata de una capacidad física, como la memoria. Hay gente que tiene mejor memoria que otra debido a algo referente a su cerebro (no me preguntes el qué porque no tengo la más remota idea). Con la empatía pasa lo mismo, no es algo innato en todo el mundo.
Hay quien nace con ello y lo desarrolla hasta limites dolorosos.
Hay quien nace sin ello y se apunta a cursos para aprender a serlo (porque se puede aprender, igual que se hay técnicas para mejorar la memoria).
Y hay gente que ni lo tiene ni quiere tenerlo.

Por lo demás, te doy toda la razón.

5:05 p. m.  

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