miércoles, febrero 02, 2005

PARA NIÑOS

Un compañero de clase me vió el otro día leyendo El Señor de los Anillos, y muy tranquilamente afirmó que es para niños y que mejor debería leerme no sé qué libros de fantasía, mientras agitaba delante mía una bolsita de cartas de Magic o similar, porque eso sí que era buena literatura.

Mmm. Sin ánimo de menospreciar a nadie, cosa desde otro punto incoherente dado que soy jugadora de rol desde los doce años en sus diversas modalidades (aunque a Magic sólo en pocas ocasiones, y no lo encuadraría yo entre los juegos de rol) y que leo de todo, incluyendo literatura mal llamada de género fantástico (no por cuestiones semánticas originales, si no por los significados añadidos posteriormente de subgénero y, por lo tanto, la implicación de no llegar a la altura de la literatura "de verdad"), pocas narraciones de caracter fantástico han llegado a las cotas de calidad y perfeccionamiento de la creación de Tolkien, tanto a nivel lingüístico como de originalidad y profundidad. Tolkien no estaba escribiendo libros de fantasía, estaba tratando de darle a Inglaterra algo que él veía que otros muchos países y culturas tenían y el suyo no: una mitología. Aquello fue el trabajo de su vida, aún cuando la casualidad tuviese su parte en que eso llegara a materializarse en las miles y miles de páginas que escribió.

Me gusta leer a muchos autores actuales que se dedican a esto de crear mundos alternativos, pero aunque a veces me transmitan momentos de emoción, hay algo que distingue esas obras de la de Tolkien: La creación de Tolkien me parece parte de un pasado muy lejano de esta misma Tierra en la que vivo ahora.

Tolkien ha escrito, no, ha creado literatura, mitología, historia, y aunque a veces las emociones que nos transmite parecen muy suaves, muy controladas, eso no hace si no aumentar su carga épica y de tristeza. Por eso, su legado es pura MAGIA.

Además, catalogar a Tolkien de literatura para niños suele parecerme absurdo, pues precisamente fue de niá cuando no me gustó la obra demasiado. Se necesita estar maduro para sacarle su verdadero jugo. Y se necesita, sobre todo, no haber perdido la esperanza. Porque, a fin de cuentas, ese es el tema central de su obra: la esperanza más allá de la desesperanza.

Prefiro ser una esperanzada infantil a una cínica madura.

Zirbêth.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Cuando lei a >Tolkien tenía 18 años (creo, por tanto que ya sobrepasaba la edad infantil) y me encantó su capacidad de crear todo un mundo alternativo, fantástico, lleno de magia mitológica.
Besos

10:33 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Era yo

Odyseo

10:34 a. m.  

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