E. dice que esta palabra, más o menos de su invención, no acaba de convencerle, porque es mezcla de latín y griego, y de esa mezcla nada bueno puede salir y, si no, mirad la televisión. Pero a mí me gusta, me hace gracia, me, admitámoslo, recuerda a él.
Se podría decir que fantastópata, por su etimología, tiene un par de posibles interpretaciones. Por un lado, se podría denominar con ella a "aquellos enfermos de fantasía", al aire de esas otras enfermedades como la ludopatía, psicopatía, etc. (jajajaja). O, también, podría ser "aquel que tiene un alma fantástica (o ánimo)" (vamos, casi toda la gente con la que "me junto"). Y también, rizando el rizo, "aquel en cuyo ánimo o alma influye la fantasía" (todos los de antes, y media docena de docenas más, por lo menos).
La cuestión es que, se interprete como se interprete, aplicarse esta definición es tanto como admitir públicamente que se es "raro". Como, al parecer, ya ha decidido que soy la dueña de la empresa en la que curro (no, no me he ido ni me han echado... de momento). Un rato de charla sobre libros, mi empecinado silencio a la hora de opinar sobre El código Da Vinci (buuuuaaaaajjjjj fue lo más sensible que me venía a la cabeza), y ya está. Dictaminado. Soy rara. Supongo que ha debido ser una especie de gran descubrimiento para ella...
Y es que, sí, me temo que sí. Ser fastastópata y ser rara son cosas muy parecidas a ojos de aquellos cuyos intereses en la vida se limitan a copiar patrones establecidos, hacer dinero, multiplicar ese dinero y, a ser posible, mmmmmm, aaahhhhh, ¿pensar que quien no hace eso que hacen ellos son raros?
Vale, lo sé. Menudo ataque de alergia tengo, otra vez, hacia el capitalismo y sus secuaces. Tengo que acordarme de que yo también como, o algo así, todos los días.
Pero volviendo a la fantastopatía. Fantasía que se impreme en el alma, en la que el alma y el ánimo se sumerjen, enfermedad bendita para la que no sería sano buscar cura. Ser y fundamento de la creatividad, el avance, la evolución. Son ellos los raros, ellos que no buscan el cambio, la superación, salvo en materia de posesión material. ¿No será acaso el capitalismo y todos sus vicios cosificadores los que llevaran a la humanidad y sus retoños a la sequía y la extinción?
Me respondo yo misma (aunque se admiten todas las respuestas que se gesten por ahí): ¿Cómo, Zirbêth, haces esa pregunta? Sabes perfectamente que depositas toda tu fe en el ser humano, pues nada hay más tangible y real que él y, a la vez, más metafísico y soñado. Ningún dios existe sino en la mente de los hombres. Ninguna deidad tiene otro Olimpo que la necesidad de respuestas de aquellos que supuestamente les veneran, a aquellos a quienes crearon.
Así que, en realidad, dioses, hombres, inventos, creatividad, fe, palabras... Todas ellas forman parte unas de otros, unas en mayor medida como componentes y otros en menos como creadores básicos. No somos, me gusta pensar, más que aquello que logramos imaginar. Así, cuando colectivamente imaginemos, en vez de casas opulentas, coches deportivos, billetes con muchos ceros, ... cuando imaginemos un mundo de verdad sano, verde, sin guerras... Entonces, tal vez, todos fantastópatas, logremos un mundo mejor.
Zirbêth, somnolienta e idealista (por no mencionar otras muchas cosas).